Los seres humanos estamos hechos para la belleza. No sólo para el alimento, el trabajo, el descanso, el conocimiento o el lenguaje. También y muy principalmente para la belleza.Por eso nunca nos cansamos de admirar la primavera y el otoño, ni de contemplar la Vista de Delft o la Piedad de Miguel Ángel, ni de escuchar La flauta mágica o a Paul MacCartney cantando Hey, Jude.
Por estar hechos para la belleza buscamos, siempre y sobre todo, el amor. La llamada de la belleza no es una urgencia fisiológica, ni tiene valor biológico de superviviencia, pero es inequívoca y constante, y está estrechamente relacionada con la aspiración humana a la plenitud. Stendhal dijo magníficamente que "la belleza es una promesa de felicidad".
La experiencia estética, tanto en la creación artística como en la contemplación de la belleza, tiene un alto valor ético y pedagógico, pues nos enseña y nos hace mejores. Platón decía que el alma humana, a través del amor a la belleza, se eleva desde sus carencias e imperfecciones hasta la plenitud de la verdad y del bien: por eso la belleza y el amor serán los objetos primeros del filosofar. Ello es posible, de entrada, porque el sentir humano es un sentir estético.
José Ramón Ayllón en La creación artística
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