Y por otra parte, en relación con los prejuicios, creo que para "entender" el arte de ciertos artistas, es preciso desentenderse de todo, hay que desaprender: para mirarlos y ver qué nos dice, es preciso no querer ver nada en ellos. Ciertos artistas deben vivirse más que verse. Y para vivir a ciertos artistas, hay que suspender todo juicio. Es así como miran los niños, sin prejuicios o juicios previos: «¿Cómo hacer para mirar limpiamente, sin querer encontrar en las cosas lo que nos han dicho que debe haber, sino simplemente lo que hay? He aquí un juego inocente que os propongo... mirad el más sencillo de los objetos. Tomemos por ejemplo, una vieja silla. Nos parece que no es nada. Pero pensad en todo el universo que incluye: las manos y los sudores cortando la madera que un día fue árbol robusto lleno de energía en medio de un bosque frondoso en unas altas montañas..., los cansancios que ha aliviado, los dolores y las alegrías que habrá tenido, quien sabe si en grandes salones o en pobres comedores de barriada... Todo, todo, participa de la vida y tiene su importancia. Hasta la silla más vieja lleva en su interior la fuerza inicial de aquellas savias que ascendían de la tierra, allí en los bosques, y que aún servirán para calentar el día en que, astillada ya, arda en algún hogar.» [1]
[1] Tápies, A., La práctica del arte, El juego de saber mirar, Ariel, Barcelona, 1971. p. 87.
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