Toda la obra de Tàpies es una continua apelación al sentimiento de trascendencia, un estímulo para hacernos preguntas o percibir lo diario de forma diferente. Para Tàpies el arte es una actividad espiritual que sirve para conocer e incluso cambiar la realidad, el arte tiene un carácter ritual y ha de tener una función modificadora de la conciencia: la pintura ha de provocar la apertura a otras visiones del mundo y, además, conformar unas pautas de conducta concreta que den mas sentido a nuestras vidas individuales y más amor a nuestras relaciones sociales y con la naturaleza. En Tàpies, hay una formulación y comunicación de nuevos modos de conciencia de lo real.
Tàpies es consciente y así nos lo manifiesta: "Me interesa el arte que incita al espectador a plantearse cosas"[1], “… en la comunicación artística…todo ocurre en un campo infinitamente más grande que el que delimita la medida del cuadro o de lo que hay materialmente en el cuadro. Porque éste es únicamente un soporte que invita al contemplador a participar en el juego mucho más amplio de las mil y una visiones y sentimientos: el talismán que alza o derrumba los muros en rincones más profundos de nuestro espíritu, que abre y cierra a veces las puertas y ventanas en las construcciones de nuestra impotencia, de nuestra esclavitud o de nuestra libertad.” [2]
En un mundo de tantos reclamos externos necesitamos esta estima por el silencio interior, esa admirable e indispensable condición de nuestro espíritu, asaltado por tantos clamores… Toda la obra de Tàpies nos invita al recogimiento, a la interioridad, a la disponibilidad para escuchar las buenas inspiraciones.
[1] Antoni Tàpies. Pintor abstracto. Barcelona 1923. De una entrevista publicada en El País en junio 2001.
[2] Tápies, A., La práctica del arte,, Comunicación sobre el muro, ed. cit. p. 138.
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