¿Por qué debe rechazarse el liberalismo político? 2/2

Alasdair MacIntyre, Marxismo y cristianismo. Editorial nuevoinicio. 2007

El individualismo moral del liberalismo es por sí mismo un disolvente de cualquier comunidad participativa. Pues el liberalismo, en su praxis, al igual que en gran parte de su teoría, promueve una visión del mundo social que lo concibe como una arena en la que cada individuo, al perseguir alcanzar lo que considera que es su bien, necesita ser protegido de los de­más individuos mediante la imposición por ley de los derechos individuales.

El discurso moral que se hace desde dentro del liberalismo no puede, por lo tanto, partir de la concepción de un bien verdaderamente común, que sea diferente y mayor que la suma de las preferencias de los individuos. Pero el discurso a favor de una concepción del bien común de ese tipo (diferente y mayor que las preferencias de los individuos), o acerca de ella, o a partir de ella, es precisamente parte esencial de la praxis de una comunidad participativa.

Por lo tanto, si uno sostiene que una concepción de la justicia tal como la entiende San Pablo no puede tomar cuerpo más que en las relaciones internas y exter­nas de una comunidad participativa, al igual que pasa con esa justicia que aspira a ir más allá del principio "de cada cual según su capacidad, a cada cual según su contribución", hasta llegar al "de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesi­dad", entonces el liberalismo será incompatible con una justicia así entendida, y tendrá que inventarse sus propias concepciones de la justicia, como en realidad ha hecho.

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